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¡Qué ganas teníamos de irnos de vacaciones! ¡Y qué ganas de volver a sacar los telescopios bajo un cielo oscuro! Tras unos últimos novilunios estropeados por las nubes y unas semanas bastante estresantes con cambio de trabajo incluido ya se agradecían unos días de asueto para volver a conectar con nuestro interior, relajarnos y poder afrontar con perspectiva la segunda mitad del año.
En los últimos años hemos hecho habitual lo de partir las vacaciones en dos semanas y aprovechar tanto el novilunio de julio como el de agosto para ir a sitios con cielos oscuros. El año pasado fuimos a Lleida y a Albacete y este año hemos optado por Cuenca y en agosto volveremos a Teruel, que tan buenas experiencias nos ha dado en años anteriores. La verdad es que encontrar alojamiento este año ha vuelto a ser una locura y una vez más me ha pillado el toro. Cuando me quise dar cuenta ya estábamos en Semana Santa y el mes de mayo fue un caos con entrevistas de trabajo y otros líos, total que llegó finales de mayo y todavía no teníamos nada cerrado.
Ya sabéis que además buscamos sitios muy concretos para nuestras vacaciones: tiene que ser un sitio con un cielo muy oscuro, una casa individual o no muy grande para que no nos molesten (ni molestar nosotros a otros huéspedes ya que vamos con el horario cambiado y dormimos hasta tarde). No debe ser muy caro, que la economía está para pocas bromas… y debe ofrecer algo interesante para ver en los alrededores. Con todas estas premisas y tras mucho buscar al final encontramos una casa rural en Paravientos, un pequeño pueblo de Cuenca a medio camino entre la capital y Teruel.
El alojamiento
Llegamos el domingo por la tarde tras 3 horas de viaje que se pasaron volando. La casa estaba muy bien, la habían terminado hace un año así que estaba todo nuevo con una cocina completa, horno, lavadora, lavavajillas, SmartTV, Wifi,… en el patio teníamos una gran barbacoa de la que dimos uso un par de días. Me puse a explorar los exteriores para ver donde plantar el telescopio por las noches. La casa estaba a las afueras del pueblo y no había farolas directas. Cerca de la puerta había un sitio con buenas vistas del horizonte sur y oeste. El este estaba tapado hasta los 30º de altitud por el monte donde se encontraba el pueblo. Como primera opción valdría y si esa noche no me encontraba cómodo pues cambiaría de localización al día siguiente, había varias opciones.
Después de cenar y con las últimas luces de la tarde comencé a montar el telescopio. Teníamos unos 20ºC y soplaba algo de viento. Me puse a alinear a la polar y empecé a tener algunos problemas para ver Polaris a través de la cámara del Polemaster. Estaban entrando nubes…
Lo que al principio eran unas nubes dispersas terminó por cerrarse completamente en cuestión de media hora. Eran nubes bajas que llegaron a gran velocidad arrastradas por el viento. La previsión meteorológica daba un 25% de cobertura de nubes pero se quedó muy corta. Estuvimos esperando un rato a ver si abría pero a eso de la 01:00 desistí y me puse a recoger todo el equipo con bastante desánimo. En fin, quedaban 6 noches por delante así que no quedaba otra que esperar a que mejorase.
Al día siguiente aprovechamos para ir a hacer algo de compra y conocer los pueblos cercanos. El entorno está repleto de caminos de gran belleza natural con muchos bosques y fauna salvaje (un pequeño zorro se nos presentó en la puerta de casa uno de los días). Como es natural también hay bichos y en el descansillo encontré dos arañas lobo, una de ellas de buen tamaño y también otro par de días encontramos en el mismo sitio dos escolopendras moribundas ¿Habrían peleado con las arañas y perdido la batalla? Por ese motivo procurábamos tener las puertas de la calle cerradas y sacudir el calzado antes de ponérnoslo. La araña lobo a priori es inofensiva pero una picadura de escolopendra puede ser bastante dolorosa.
Primera noche de astronomía
Llegada la segunda noche también pintaba bastante mal con tormentas a unos cuantos kilómetros de distancia y cielos encapotados pero la previsión meteorológica anunciaba que a partir de media noche terminaría por despejar así que decidí volver a montar el equipo, tales eran las ganas que tenía. Llegaron a caer incluso algunas gotitas en algún momento lo que casi me llevó a recoger pero afortunadamente la tormenta pasó de largo y finalmente se quedó un cielo despejado aunque con mucha humedad y poca transparencia. En seguida alcanzamos el punto de rocío y tuve que encender incluso las cintas calefactables.
Comencé a sacar la luminancia del objeto que tenía preparado, Barnard 147, una nebulosa oscura en el Cisne. Había visto unos días atrás una foto de esta zona y me gustó mucho. Algunas formas de las nebulosas oscuras recuerdan a animales: un coyote, la cara de un perro, una liebre… bueno, depende de la imaginación de cada uno, claro.
El SQM marcó un triste 21.18 a causa de la poca transparencia, la alta humedad producía valores de -12ºC con el termómetro Infrarrojo al apuntar al cielo. No era una gran noche pero quería aprovecharla todo lo que pudiera.
Aún así aguanté hasta el amanecer astronómico, en torno a las 05:00, momento en que empecé a hacer los flats. A partir de ese momento no merece la pena seguir haciendo lights porque aunque nuestro ojo no vea la claridad, la cámara si que empieza a registrar los gradientes de luz ¡Y los gallos también ya que empezaron a dar el relevo a los cárabos y autillos que nos acompañaron por la noche!.
La tercera noche también había mala previsión meteorológica, la noche empezaría despejada pero luego llegarían las nubes así que en vez de montar el telescopio solo saqué la cámara y me dediqué a hacer alguna foto nocturna de la casa, unas fotos de la Vía Láctea y finalmente un timelapse hasta que empezó a nublarse. Otra noche truncada por la meteorología, de momento menos de un 50% de noches aprovechables.
También turismo paleontológico
Al día siguiente visitamos Riodeva donde hay un museo de Dinopolis llamado Titania, el único que nos quedaba por ver de todos los que hay repartidos por Teruel. Comimos en el pueblo y preguntamos si quedaba muy lejos Arcos de las Salinas, donde está Galactica. En distancia estaba cerca pero en tiempo era casi 1 hora. El problema es que hay que dar mucho rodeo por caminos forestales o carreteras en no muy buen estado. Nos aventuramos a intentarlo pero en algún punto nos equivocamos de camino y acabamos en una pista forestal que no tenía muy buena pinta así que decidimos darnos la vuelta y dejarlo para otra ocasión. Hacía mucho calor, con temperaturas rondando los 38ºC y no apetecía mucho darse la paliza con el coche así que nos volvimos a la casa rural a descansar un poco antes de afrontar la cuarta noche.
Al anochecer estuve haciendo unas fotos del Sol gracias a la potente calima que actuaba de filtro solar. Se podían apreciar perfectamente las manchas solares. El atardecer era tan impresionante que no pude evitar hacer un timelapse, parecía totalmente marciano.
Por la noche montamos el telescopio y me dispuse a sacar el color de B147, bueno el color de las estrellas porque la nebulosa como tal es oscura. Una noche pésima, con una transparencia muy pobre pero hice de tripas corazón y aproveché lo que pude. La advección de minerales en el aire era tan alta que el efecto de la contaminación lumínica de los pueblos al sur se veía acrecentado. Al sacar algunas fotos con la Star Adventurer y la Canon el fenómeno era desolador. Para más inri alguna luz estroboscópica de un parque eólico cercano no paraba de destellear.
Durante la noche vimos bastante actividad de estrellas fugaces. La mayoría muy rápidas y tenues, pero alguna que otra dejaba rastros brillantes de gran longitud.
Al día siguiente fuimos a Teruel a visitar Dinópolis. Habíamos estado ya hace 10 años y nos gustó mucho así que decidimos repetir la experiencia. Además habían renovado el museo recientemente y la verdad es que mereció la pena volver a verlo. Es una auténtica pasada los fósiles que se pueden ver allí. También usamos algunas de las atracciones del parque que no estaban en la otra ocasión que fuimos. En una de ellas, Mar Jurásico, nos pasó una cosa bastante graciosa. Había muy poca gente en el parque con lo que pudimos disfrutar casi de las atracciones para nosotros. En una de estas nos despistamos en un pasillo y nos metimos por una puerta de emergencia y aparecimos en otra sala que no tenía nada que ver con la atracción anterior… nos quedamos un poco alucinando y empezamos a buscar a algún empleado o alguna señal. Al final encontramos a un chico y le dijimos «Oye, creo que nos hemos metido por donde no era y queremos volver a donde estábamos», el chico se quedó un poco comunicando cuando le explicamos por dónde nos habíamos metido… al final volvimos al Jurásico entre risas.
A eso de las 18:00 empiezan a cerrar el parque así que retomamos el camino de vuelta a casa para aprovechar la quinta y última noche de astronomía.
Fue la mejor de todas, la calima se había ido casi por completo. La temperatura era algo más baja y la humedad se mantuvo bajo control toda la noche. Por fin pude aprovechar de la observación visual con los 10×50 y los 2.1×42.
Mientras el telescopio seguía tomando tomas de luminancia de la nebulosa yo me dedicaba a observar el cielo. Comencé con los 10×50 y partí de Antares para localizar M4 un cúmulo globular muy sencillo de observar a pesar de la baja altura, la postura era cómoda y siguiendo la cola de Scorpio hasta su final me dejaba prácticamente al lado del Cúmulo de Ptolomeo. un abierto muy fácil de localizar. Desde éste subí un poco más y a la derecha llegué al cúmulo de la mariposa, que con prismáticos no es muy vistoso pero con telescopio es una delicia.
Me dejo llevar por la corriente de la Vía Láctea como si de un rio se tratara y subiendo llego hasta M8, la nebulosa de la Laguna. Creo que llego a intuir la Trífida un poco más arriba pero no se si es cosa de mi imaginación. Los que si se aprecian con facilidad son los cúmulos M22 y M28 sobre la «tapa de la tetera» de Sagitario. Si seguimos subiendo llegamos a M17 o Nebulosa Omega y un poco más arriba M16 o Nebulosa del Águila. En esta zona merece la pena pararse unos cuantos minutos y asegurarnos de que la vista se adapta totalmente a la oscuridad.
Seguí subiendo y aquí ya las cervicales empezaban a quejarse pero la zona cenital era otra delicia para la vista a través de binoculares. Dentro del triángulo de verano no me costó encontrar M27 una vez me dejé guiar por el cúmulo de La Percha, siempre tan peculiar y la constelación de La Flecha. Por encima de la punta de ésta encontramos una tenue bolita gris por el rabillo del ojo. Intenté ver también la Nebulosa de los Velos, un reto que siempre me propongo pero la proximidad del pueblo pasó factura y en esta ocasión me fue imposible observarla. Comencé a girar la silla y eché un vistazo a M13 que se mostraba espléndido. Y girando 180º llegué a la Galaxia de Andrómeda que nunca pierdo la ocasión para observarla y finalicé en el doble cúmulo de Perseo.
Luego volví a repetir el recorrido pero usando los 2,1×42. Es curiosísimo el efecto de estos prismáticos, que apenas dan aumentos pero hace que aparezcan el doble de estrellas ante nuestros ojos.
Fue una noche bien aprovechada en la que el SQM llegó a 21,35 sin duda afectado por la luz próxima del pueblo.
Por desgracia el resto de noches no fueron aprovechables por la presencia de nubes, dando como resultado un total de solo 3 noches aprovechables de las 7 que estuvimos, uno de los balances más pobres de los últimos años. No obstante volveremos a intentarlo de nuevo en el novilunio de agosto, esperemos que con mejor suerte.
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